Doce y media de la mañana
El olor se mete en la ventana
Son flores y animales, que me dicen:
Bienvenido al sur
Buenos Aires me decepcionó de primera entrada, pero después su veneno surtió efecto y me enamoré. El calor siempre ha sido algo bueno para mí y soy amante de la luz. Conocí a esta ciudad en el verano y anochecía a las 9 de la noche. Recorrí sus librerías y esta devoradora de libros quedó atrapada sin remedio entre Kapuscinski y Wei Hui y muchos otros más.
Tuve la suerte de contar con un guía de Haedo, que se esmeró en mostrarme el corazón de la ciudad, milonga, asado y Bombonera no pudieron faltar. La ciudad no duerme, yo dormí poco para hacerle honor. Gardel se hizo presente junto con Piazzolla.
El tango es triste y la noche es larga. Volviendo de la juerga con un pie descalzo a las cuatro de la mañana descubrí a los bebés con sus madres durmiendo en las aceras.
El veneno tiene un sabor agridulce, el amor también.
La Ciudad de la Furia me pareció clarividente.
Si me suicido alguna vez, que sea envenenándome en algún viaje...
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