La pulpería

Simplemente la pulpería de la esquina cerró hace años. Ahora abro yo una pulpería pequeña acá en un espacio de la web. Más ésta no es como la del pueblo, donde hay de todo, simplemente hay lo que pude conseguir.

sábado, 8 de octubre de 2011

Recorrido en bus

Siempre dicen que no es seguro viajar en autobús en algunos países de Centroamérica, pero yo a veces soy temeraria.

A Dana, mi amiga guatemalteca la conocí en la ruta Mixco- Zona 1 de Ciudad de Guatemala. No es la más segura sin lugar a dudas. Cuando los ojos de Dana tropezaron con mi ingenuidad y mi insensatez decidió cuidarme y me custodió hasta que llegué sana y salva a la zona 10. Y ya para eso, nuestras vidas se anudaron.

En otro viaje, Dana y yo volvimos a recorrernos la Zona 1 a pie y ella me enseñó sobre la arquitectura que le gustaba a Arbenz, aquello de los cuatro arcos que se repiten, simplemente para marcar territorio. Luego fuimos a la Catedral a leer los nombres de las víctimas del conflicto armado que están escritos en sus columnas. Los mandó tallar Monseñor Gerardi quien después fuera vilmente asesinado y el principal sospechoso de matarlo, según las autoridades, fue el perro Balú, quien que fue detenido por el hecho.

En San Salvador me subí en una microbús. La abordé en la Colonia Escalón para que me llevara al centro de San Salvador. Después otro señor muy amable me fue a dejar a la parada del otro bus que me iba a dejar cerca del periódico Co Latino. El señor estaba indignadísimo de que la gente me dijera que mejor tomara taxi, así que se encargó de explicarme muy bien todos los pasos a seguir para llegar a mi destino y lo logré.

En San Pedro Sula, el colega José Peraza en medio del golpe de Estado en Honduras me llevó hasta la ciudad de El Progreso en un autobús perteneciente a la familia del golpista Michelleti. Para que se me bajara el colerón fuimos a comer baliadas.

Nelson, mi amigo nicaragüense, me encaramó en bus rumbo a Masaya y hasta Diriamba llegué en una microbus pequeña que tomé frente a la UCA.

Hasta en la India me subí en bus, y en La Habana, en México y Lima, no hay mejor manera de conocer un lugar que viajar con su gente, con esa de a pie, que va para el trabajo o regresa del colegio. Conocer a las madres con sus hijos, a las señoras mayores, a los niños.

El autobús te da el chance de por lo menos por unos minutos coincidir con la vida cotidiana de los demás y de sabernos al final iguales, hermanados por esas latas y unas cuantas llantas.