La pulpería

Simplemente la pulpería de la esquina cerró hace años. Ahora abro yo una pulpería pequeña acá en un espacio de la web. Más ésta no es como la del pueblo, donde hay de todo, simplemente hay lo que pude conseguir.

lunes, 18 de junio de 2007

El viaje lo planeamos a brincos y a saltos por medio de Internet, ella en España y yo desde Costa Rica. Al final lo único que teníamos claro era los países donde ibamos a estar por al menos 15 días. La ruta juntas iniciaría en Suecia.
Después de estar unas semanas estudiando en un pueblo al sur de Suecia llegó el día en que llegaría ella. Nos encontramos en medio de la calle empedrada y nos dimos un abrazo de esos que te parten los huesos, que te asfixian, que te sacan las lágrimas....
Dos días después abandonamos el pequeño hotel para buscar casas, apartamentos, en fin lugares más cálidos que un cuarto de hotel.


ZANELA
En la estación del tren de Malmo nos recibió una joven alta con vestido y pantalones; y cargando a una perra dalmata que parecía igual de grande que ella. Esa era Zanela con una dulzura que le desbordaba la mirada. Su apartamento nos sirvió de casa por unos días. Eso sí, no había ducha, pero había desayunos de cumpleaños.
Zanela es una bosnia que huyó del conflicto armado y que asila en su casa a todos los refugiados del mundo que lo necesiten, incluyéndonos a nosotras dos. Nosotras huíamos de los hoteles, del jabón pequeño, del viajar sin amigos.
La música de Bob Marley nos penetraba por los poros en el pequeño apartamento, porque Zanela estaba convencida de que había nacido en el lugar equivocado. Un día decidimos ir las tres a Copenhaguen a conocer la ciudad. Sin embargo, para Zanela lo único digno de mención era Kristiania y ahí nos fuimos a la comuna hippie de los países nórdicos. Bailamos, cantamos y ahí si nos convencimos de que Zanela estaba en el sitio erróneo de que ella seguramente debería de estar en Kingston, en Cartagena, en Puerto Limón, en algún lugar hermoso y cálido donde el aire caribeño le diera en la cara. Tristes nos despedimos de Zanela, de su perra, de su casa, de Bob Marley....

Nicaragua, nicaragüita ....
Berlín es una ciudad cuadrada, fría. Demasiado distante de nuestras ciudades latinoamericanas de su cálidez, de su desorden endémico, de su gente ruidosa. Por eso nos resultó extraño encontrarnos con aquella morena nicaragüense que lo primero que nos dijo al entrar en su casa fue: Los nicaragüenses y los ticos no nos llevamos. Pensamos que el oráculo había dictado su palabra final. La batalla entre Costa Rica y Nicaragua iba a empezar, y no iba a ser en el Río San Juan, sino en Berlín, pero no, todo fue una falsa alarma. Nicaragua nos abrió las puertas de Berlín, nos contó sus penas, nos contó su exilio. Lo más díficil para ella era que su hijo, su niquita no hablara español. El apartamento lo compartía con un español y su novio era irlándes. Una noche después de recorrer la ciudad, regresamos a casa y mientras ella salía con su novio, su hijo encontró dos madres postizas y dormimos los tres en la misma cama. Al final Latinoamérica es Latinoamérica y las hermanas seguimos siendo hermanas.... De despedida recibimos dos enormes barras de chocolates con las que nos calentamos los huesos.

Al final todas y todos somos más hermanables de lo que creíamos al principio. Querer a alguien al final no te cuesta mucho tiempo y olvidarle es imposible.