La pulpería

Simplemente la pulpería de la esquina cerró hace años. Ahora abro yo una pulpería pequeña acá en un espacio de la web. Más ésta no es como la del pueblo, donde hay de todo, simplemente hay lo que pude conseguir.

jueves, 8 de noviembre de 2007

Para que se acabe

A vos yo no te entiendo. Te fue tan mal en la vida, comiste tanta mierda y seguis ahí, defendiendo lo indefendible.
Para mí lo más díficil es verte tan vieja ya y siempre con la idea de justificar lo injustificable, excusándote en el amor al prójimo. Es que acaso ¿no te querés a vos?, ¿a quienes pasaron lo mismo que vos, a quienes sufrieron como vos? Estás ahí y es como si tus pies estuvieran en la otra orilla, en la de los victimarios, pateando al que reconocen más débil, mientras tus ojos miran dolorosamente desde el lado de las víctimas.
Yo a vos no te entiendo, ¿cómo podés guardar tanto dolor como si fuera un tesoro? ¿Cómo podes promover el sufrimiento como una forma de vida? Esa es una enseñanza perversa, maligna, que garantiza el sufrimiento transgeneracional.
Lo peor es que quienes aprendieron de vos intentan repetir la lección, pero los labios ya no se quedan cerrados, las manos ya no están atadas. Nos hemos encargado de hacerte sangrar los oídos con lo que nunca pensaste oír en voz alta, sacamos la mierda a escobazos y manguereamos toda la casa. Nos resistimos a heredar el maleficio.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

La guerra del silencio

A Patri, Moci y Macha para que rompan el muro

El silencio es quizás la más perversa de las torturas. El no decir, el no hacer, el dejar pasar... todo esto grantiza la impunidad, el ocultamiento. Mientras tanto el o la más débil se consume en el miedo, en la soledad, en el saberse desamparado.
Sin embargo lo más incomprensible de todo es como después crecen estos seres silenciados y el árbol del silencio crece con ellos, quieren taparlo todo, protegerlo todo, cubrir al ofensor con un muro de interrongantes sin respuestas. La confrontación no es una vía de salida, simplemente se ocultan, se esconden bajo los miedos. Y cuando alguien logra alzar la voz, romper el silencio con gritos desesperados, se cubren los oídos, se lanzan contra el osado y lloran, lloran desesperados recordando su propio silencio.
Porque la opción más simple es llorar, llorarse toda la vida, sin vencer el miedo, sin botar los muros.
Me resisto, me resisto porque el grito es lo que nos limpia los pulmones, lo que nos limpia el cuerpo y nos permite levantar el dedo acusador contra la muerte.

jueves, 13 de septiembre de 2007

¿Existencialista?

Tal vez.. estaba guardado por ahí

De repente vago por recuerdos, como viajar por una biblioteca polvorienta, por una oscura venta de antigüedades. Esta soy yo, pues sí, parezco más vieja de lo que soy, cuando me miro así, sin espejos, sin lupas, sin microscopios. Es tan complicada la naturaleza humana, tan laberíntica, que la mayoría de las veces te perdés encontrándote.

Y ¿Qué somos? ¿Qué hacemos? ¿A dónde me voy? No sé, a veces parece que nadie lo supiera.

¿Qué pasará cuando cerremos la tienda? ¿Cuándo la biblioteca se queme? ¿Cuándo yo me vaya? Bah ¿quién soy yo? Un gato, un pato, una araña, una hebra de pasto. No lo sé.

Mi cuerpo, este estuche extraño. ¿Por qué es así y no diferente? Miro las cicatrices, las de adentro y las de afuera y pienso en cuando ya nada de esto tenga sentido.

Quizás me tengo que ir lejos, quizás me tengo que quedar. Estoy bien, me gusta a lo que me dedico las ocho horas reglamentarias de ganarse el sustento, pero me perdí, no sé si tengo que irme o quedarme, si tengo que seguir o parar, si me voy a quedar estancada, como un lago o si mejor me muevo.

Lo mejor es ser hebra de pasto y seguir el viento, suspenderse, encontrarse con el universo.

miércoles, 8 de agosto de 2007

La guerra no declarada

Hoy se está celebrando en Costa Rica el XX aniversario de la firma de los Acuerdos de Paz Esquipulas II. Estas negociaciones dieron como resultado el cese de las hostilidades en Honduras, El Salvador, Guatemala y Nicaragua.
Sin embargo queda un sinsabor en la boca, una impotencia en el cuerpo, una desazón generalizada. Los escuadrones de la muerte y las patrullas de autodefensas continúan con la estela de muerte. La impunidad garantiza que nadie cae, que la guerra sigue, que el miedo crece...
Y es que el cese al fuego no resolvió la desigualdad en la distribución de la riqueza, ni la pobreza, ni el juzgamiento de los responsables. El cese al fuego sólo garantizó que se repartieran el poder los peces más gordos, que los actores prinicipales del conflicto armado se instalaran en las estructuras. El meollo del asunto nunca fue resuelto, la violencia sigue siendo la respuesta. Se matan mujeres, niños/as jueces, juezas, defensores de derechos humanos, candidatos a puestos políticos, ambientalistas, travestis... Todo lo que tenga tufo a diferente o a obstáculo se elimina. Entonces después de veinte años de la firma de los Acuerdos de Paz yo pregunto: ¿Es esta la paz? ¿Es esto voluntad política? ¿Lo celebramos? ¿O finalmente declaramos la verdad? Seguimos en guerra.

lunes, 9 de julio de 2007

La tolerancia en París

No me pude conseguir mejores acompañantes para visitar París. Los tres latinoamericanos recorríamos la Ciudad de la Luz con mapa en mano y uno de nosotros hablaba francés, el mundo estaba resuelto, arreglado, pero París siempre tiene sorpresas.

El prólogo fue macabro, cuando nos dirigíamos a ver las maravillas de esa hermosa ciudad nos sorprendió el rostro doloroso de París, un suicida se lanzó a las líneas del metro. Los tres parecíamos huérfanos caminando en un mar de gente que salía por todas partes, esperando buses, buscando taxis de manera frenética. A nosotros no se nos ocurrió mejor idea que apelar a la solidaridad humana. Detuvimos a una conductora solitaria que al ver nuestras caras de extraviados se compadeció. Después recorrimos todo, los jardines de Luxemburgo, el Panteón, el Louvre, aplacabamos el hambre con crepas, en fin hicimos todo eso que ponen en los afiches turísticos y en las guías de viajes.

Era Noche Blanca en París y nosotros embriagados de la ciudad a las tres de la mañana decidimos volver a casa, después de meternos en un bar cubano a llenarnos el cuerpo de calor caribeño.

Los autobuses eran gratuitos y el mar de gente que se lanzaba sobre ellos era intimidante. El trayecto de regreso nos implicaba dos buses y un taxi, o con suerte un tren. Tomamos el primer autobús y después anduvimos persiguiendo al segundo. Cuando lo encontramos ya la ciudad olía a humo, a discriminación, a excremento. La gente preguntaba desorientada a dónde iba, unos subían, otras bajaban. Nadie tenía certeza para donde iba aquel bus 63. Finalmente parecía que ese era el nuestro. Nos subimos junto al mar de gente, tratando de permanecer unidos sin lograrlo. Alguien de repente se puso a llorar y pedía que por favor le abrieran la puerta, una pandilla de chicos jóvenes (migrantes) se apoderó de la entrada y golpeaban el bus y gritaban. Minutos después llegó la policía y yo extrañada miraba como se quedaban en la acera mirándonos como si fuéramos fantasmas y no hicieron nada. El bus partió y ya el miedo se nos iba metiendo en los huesos. Conforme avanzabamos las personas iban descendiendo hasta que quedamos solamente la pandilla y nosotros, mirándonos con cara de terror y buscando palabras, explicaciones, ni siquiera eramos capaces de hablar. Mientras tanto los chicos fumaban dentro del bus, cerraban las ventanas. Uno se sentó junto a mí y empezó a hablarme, quizás si se quedaba sin respuesta iba a reaccionar violentamente, así que en el español más castizo que encontré le confesé que no hablaba francés, inmediatamente me dejó sola. El momento de bajarnos llegó y la pandilla bajó con nosotros.
Las pesadillas más terribles pasaron ante nuestros ojos, violación, asalto, homicidios...Tres latinoamericanos amanecen muertos en la estación del bus 63... No sabemos si fue por nuestro aire de extranjeros, tan similar al de ellos, o por los cuatro cigarillos que a Carlitos se le ocurrió sacar en el último momento y regalárselos, por lo que no nos hicieron nada y pudimos llegar sanos y salvos a la casa. En ese instante nos dimos cuenta de que tan díficil es ser tolerantes y no discriminar, porque las razones de fondo del problema: la exclusión social y la pobreza no te vienen a la mente cuando estás pensando en huir.

lunes, 18 de junio de 2007

El viaje lo planeamos a brincos y a saltos por medio de Internet, ella en España y yo desde Costa Rica. Al final lo único que teníamos claro era los países donde ibamos a estar por al menos 15 días. La ruta juntas iniciaría en Suecia.
Después de estar unas semanas estudiando en un pueblo al sur de Suecia llegó el día en que llegaría ella. Nos encontramos en medio de la calle empedrada y nos dimos un abrazo de esos que te parten los huesos, que te asfixian, que te sacan las lágrimas....
Dos días después abandonamos el pequeño hotel para buscar casas, apartamentos, en fin lugares más cálidos que un cuarto de hotel.


ZANELA
En la estación del tren de Malmo nos recibió una joven alta con vestido y pantalones; y cargando a una perra dalmata que parecía igual de grande que ella. Esa era Zanela con una dulzura que le desbordaba la mirada. Su apartamento nos sirvió de casa por unos días. Eso sí, no había ducha, pero había desayunos de cumpleaños.
Zanela es una bosnia que huyó del conflicto armado y que asila en su casa a todos los refugiados del mundo que lo necesiten, incluyéndonos a nosotras dos. Nosotras huíamos de los hoteles, del jabón pequeño, del viajar sin amigos.
La música de Bob Marley nos penetraba por los poros en el pequeño apartamento, porque Zanela estaba convencida de que había nacido en el lugar equivocado. Un día decidimos ir las tres a Copenhaguen a conocer la ciudad. Sin embargo, para Zanela lo único digno de mención era Kristiania y ahí nos fuimos a la comuna hippie de los países nórdicos. Bailamos, cantamos y ahí si nos convencimos de que Zanela estaba en el sitio erróneo de que ella seguramente debería de estar en Kingston, en Cartagena, en Puerto Limón, en algún lugar hermoso y cálido donde el aire caribeño le diera en la cara. Tristes nos despedimos de Zanela, de su perra, de su casa, de Bob Marley....

Nicaragua, nicaragüita ....
Berlín es una ciudad cuadrada, fría. Demasiado distante de nuestras ciudades latinoamericanas de su cálidez, de su desorden endémico, de su gente ruidosa. Por eso nos resultó extraño encontrarnos con aquella morena nicaragüense que lo primero que nos dijo al entrar en su casa fue: Los nicaragüenses y los ticos no nos llevamos. Pensamos que el oráculo había dictado su palabra final. La batalla entre Costa Rica y Nicaragua iba a empezar, y no iba a ser en el Río San Juan, sino en Berlín, pero no, todo fue una falsa alarma. Nicaragua nos abrió las puertas de Berlín, nos contó sus penas, nos contó su exilio. Lo más díficil para ella era que su hijo, su niquita no hablara español. El apartamento lo compartía con un español y su novio era irlándes. Una noche después de recorrer la ciudad, regresamos a casa y mientras ella salía con su novio, su hijo encontró dos madres postizas y dormimos los tres en la misma cama. Al final Latinoamérica es Latinoamérica y las hermanas seguimos siendo hermanas.... De despedida recibimos dos enormes barras de chocolates con las que nos calentamos los huesos.

Al final todas y todos somos más hermanables de lo que creíamos al principio. Querer a alguien al final no te cuesta mucho tiempo y olvidarle es imposible.