La pulpería

Simplemente la pulpería de la esquina cerró hace años. Ahora abro yo una pulpería pequeña acá en un espacio de la web. Más ésta no es como la del pueblo, donde hay de todo, simplemente hay lo que pude conseguir.

sábado, 3 de enero de 2009

Vergüenza ajena y cambio de nacionalidad

Los sesiones de audiencias ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos son generalmente dos veces al año. Pocas veces he sido testigo de alguna en contra de Costa Rica. La primera que ví fue una sobre un caso de discriminación contra una mujer. La representante del Estado, Gioconda Úbeda, fue una dama. Yo me sentía orgullosa de mi país. La señora hizo gala de sus conocimientos, tenía una estrategia clara y era respetuosa, la verdad es que el colmillo le llegaba al piso.
Ayyyy, no todo lo que es bueno perdura... La segunda que ví fue realmente una comedia. El caso no podía ser más polémico, el tema de la fecundación in vitro. Era octubre de 2008 y me senté a ver la contienda. No les puedo explicar la Vergüenza, así con mayúscula. Y como si fuera poco esa se podía ver en vídeo. (http://www.oas.org/oaspage/videosasf/2008/10/CIDHmartes4_invitro_costarica.wmv)

Yo solo pedí que por favor la tierra se abriera y me tragara.
El abogado de las víctimas dejó al descubierto todo su desconocimiento sobre como funciona la Comisión y cuál es el procedimiento. A todo esto hay que sumarle su falta total de sutileza y su tendencia a hablar sobre cosas intrascendentes que no aportaban nada. El señor no sabía cuando y como interrogar a la víctima, ni qué argumentar. El tiempo es precioso en este tipo de cosas y el abogado lo desperdiciaba de una forma que era de darse por las paredes. Aquello era un legítimo arroz con mango. Ni siquiera llevaba algo por escrito preparado con antelación. Por suerte la víctima supo sacar la tarea y salvó la tanda a como pudo.
Lo peor fue cuando llegó la parte argumentativa del abogado y enlistó una serie de adjetivos para calificar una sentencia de la Sala Constitucional que lo único que pudo causar fue hilaridad.
Por su parte los representantes del Estado, pagados por nosotros los contribuyentes, nos dejaron por el suelo. Aquella delegación era de cinco personas, cuando en los tiempos de Úbeda eran sólo dos. Y de los cinco los medio rescatables eran sólo dos. La que comandaba la delegación gastó parte de su tiempo para hablar en saludar al abogado de las víctimas que había sido su profesor de universidad. No hay palabras, eso lo explicaba todo. Por si fuera poco dentro de la delegación llevaban dos personas que eran en realidad peritos especializados en el tema de la fecundación in vitro y no representantes estatales. Es decir la delegación estatal no tuvo el tino de presentar los peritajes, como lo que eran, sino que llevó a pasear a dos personas especialistas que ni siquiera pudieron hablar libremente sobre sus conocimientos ni ser interrogadas por ambas partes.
Además de ello una de estas personas interrogó a la víctima, olvidando su calidad de víctima y le preguntaba en su calidad de médico. Es decir pusieron a la perito a hacer el trabajo que tenían que hacer los tres abogados que iban en la delegación estatal, olvidaron la condición en la que iba la persona a declarar, ella era víctima no perito y por último el abogado que defendía a la señora ni se inmutó con todo esto y quien tuvo que indicar que esto no podía ser así fue uno de los comisionados.
Las discusiones bizantinas en las que se enfrascaron las partes son simplemente risibles. Yo entraba y salía de la sala porque los ataques de risa y vergüenza se sucedían de manera cada vez más frecuente. Al final no soporte más me tuve que ir porque aquello era simplemente insorportable.
Lo peor fue que después me comentaron que los representantes estatales se enojaron porque nos estabamos riendo, que era una falta de respeto. Falta de respeto es gastar la plata del pueblo de esa manera, es mostrar que ni siquiera se dieron a la tarea de ir a una audiencia anterior para ver como era que funcionaban, es mostrar sin ni siquiera sonrojarse su desconocimiento del derecho internacional e ir a Washington a pasear.... Al final le dije a una de las personas que estaba conmigo en la sala, medio en broma, medio en serio, que si preguntaban por mi nacionalidad que dijera que era nicaragüense así me ahorraba la verguüenza.

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