La pulpería

Simplemente la pulpería de la esquina cerró hace años. Ahora abro yo una pulpería pequeña acá en un espacio de la web. Más ésta no es como la del pueblo, donde hay de todo, simplemente hay lo que pude conseguir.

sábado, 13 de marzo de 2010

Vivos se los llevaron, vivos los queremos


Famiiares de desaparecidos guatemaltecos frente a un osario en el Cementerio La Verbema. (Fotografía cortesía de Daniel Hernández)

¿Adónde van los desaparecidos?
Busca en el agua y en los matorrales.
¿Y por qué es que se desaparecen?
Porque no todos somos iguales.
¿Y cuándo vuelve el desaparecido?
Cada vez que los trae el pensamiento.
¿Cómo se le habla al desaparecido?
Con la emoción apretando por dentro.

Rubén Blades


Yo nací en 1980, en Centroamérica, mientras en El Salvador, Guatemala, Panamá y Honduras desaparecían hermanos, madres, padres, tías, maridos, y siga usted con la lista de seres queridos que se le venga a la cabeza. A mí ningún familiar se me ha perdido, a quienes nos dejaron, les he ido a acompañar al cementerio. Sin embargo, nadie me vino a decir que mis vecinos andan aún buscando a los suyos.

Nadie se dignó informarme en la escuela que durante la guerra desaparecieron a la gente, es más, ni siquiera me dijeron cuántos muertos hubo. En el colegio nunca supe que en Guatemala hay 45 mil personas desaparecidas, tampoco me lo dijeron en la Universidad. Yo crecí en Centroamérica ignorando la tragedia de mis hermanos y hermanas.

Me vine a enterar ya de adulta que Lucrecia sigue buscando a su hermano Marco, que Suyapa continúa preguntándose dónde estarán sus hermanas Erlinda y Ernestina. Me vine a enterar ahora que el dolor de ambas no se va a ir nunca. A estos tres niños la última vez que les vieron fue en manos de los militares.

Y es que ustedes van a perdonar que hable de esta cuestión tan terrible, tan triste, pero después de mi último viaje a Guatemala necesito hacer catarsis y necesito contarles esto porque me estoy soñando con niños golpeados por los soldados y con familias reencontrándose. Así que ahí les va el relato, tanto a los que les contaron, como a los que nunca les contaron, como a mí.

El viernes 26 de febrero fui al Cementerio La Verbena, en Ciudad de Guatemala. Allí la Fundación de Antropología Forense de Guatemala estrenó su campaña “Mi nombre no es XX”. Esto no es más que el esfuerzo de una organización por encontrar a quienes desaparecieron en Guatemala y que fueron enterrados como XX. Para ello están pidiéndoles a los familiares que entreguen sus muestras de ADN, para buscar en los osarios de los cementerios de la capital e investigar si ahí están sus seres queridos.

Allí estaban muchas personas que continúan buscando a sus familiares, que aún después de tantos años transcurridos siguen con la esperanza de saber ¿qué les pasó?, ¿dónde están? y si están muertos encontrar aunque sea el dedo meñique para poder enterrarles y llevarles flores.

Ahí estábamos escuchándoles hablar de ellos, de cómo se los llevaron, de dónde les fueron a buscar. Estaban leyendo sus últimas cartas, recordando el último abrazo, el último beso. Fuimos al osario donde la FAFG va a empezar a buscarlos. Se veían los retazos de ropa, los cráneos. Les llevamos una flor y una vela. Y fue entonces cuando ellos y ellas volvieron del recuerdo a decirnos que allí estaban. Marco Antonio Molina Thiessen, gritó Lucrecia y dijimos presente. Luis De León, presente; Emil Bustamante, presente; Amílcar Farfán, presente. Y así seguimos por muchos minutos diciendo presente mientras los familiares gritaban el nombre de su ser amado.

Me es imposible explicarles lo que sentí. Aún ahora, días después de haberlo vivido no puedo evitar llorar. El dolor de esas personas es inconmensurable, como lo es también su esperanza. También allí gritamos juntos con ellas y ellos ¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos! Allí a la par de esas mujeres valientes me sentí pequeña. Pude acercarme un poco a su dolor durante unos días y es tan intenso, tan intenso que no sé cómo pueden seguir viviendo.

1 comentario:

  1. Una experiencia muy fuerte, Nancy, que es parte de un proceso muy doloroso y difícil. Sin embargo, nos permitió revivir la esperanza de encontrar allí a nuestros seres queridos. Gracias por estar allí y por este testimonio que hoy nos das con tu corazón abierto y solidario.

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